Auditoría Pública nº 75. Revista de los órganos autonómicos de control externo

El pasado mes de febrero, los medios de comunica- ción informaban sobre la primera rueda de prensa ofre- cida por los responsables de una institución con cinco siglos de existencia: el Consejo de Estado 1 . Por prime- ra vez en su larga historia, el órgano consultivo había convocado a los periodistas para presentar la memoria de 2018. Sin duda, se podía haber buscado alguna ex- cusa más adecuada para romper tan larga tradición de oscurantismo. Lo digo porque presentar en febrero de 2020 la memoria de 2018 no traslada precisamente una imagen de entidad moderna, ágil y dinámica. De todos modos, lo importante es el cambio de estrategia y el es- fuerzo por acercar la institución a la sociedad. La presidenta del Consejo de Estado, María Teresa Fernández de la Vega, calificó la convocatoria como “un hito” con el que se pretendía superar la opacidad mante- nida hasta el momento. Añadió que la sociedad percibe al Consejo de Estado como un órgano “un tanto arcaico y de funciones difusas”. Tras anunciar que la institución ha incorporado por primera vez a una directora de Co- municación, subrayó “el interés por modernizarse” a través del contacto con los medios, la página web y su presencia en redes sociales. El consejero Fernando Le- desma añadió que “se trata de rendir cuentas, cumplir la exigencia del principio de transparencia”, informando sobre la actividad de la institución y su coste para las arcas públicas. Para mí, como responsable de Comunicación de una institución, lo más llamativo de la noticia no es que el Consejo de Estado haya decidido poner fin a cinco siglos de opacidad, sino lo contrario: que haya vivido hasta ahora sin actividad de comunicación, es decir, de espaldas a la ciudadanía a quien se debe. En todo caso, bienvenida sea la noticia, sobre todo si sirve para abrir los ojos a quienes todavía hoy pro- claman orgullosos que la mejor estrategia de comunica- ción es no hacer nada en ese ámbito. LA COMUNICACIÓN NOS HACE MÁS EFICACES Y es que, efectivamente, todas las entidades tienen una estrategia de comunicación, también las que ignoran esta materia. En ese caso, la estrategia es la falta de transparen- cia, el oscurantismo, vivir encerrado en una burbuja y no dar cuenta a la ciudadanía de la labor realizada. En el caso de los órganos de control externo, dedica- dos a pronunciarse sobre cómo se gestionan los fondos públicos, existe un evidente deber ético unido a la trans- parencia. Estamos obligados a comunicar el resultado de nuestra labor de control del sector público a quien lo sostiene: la ciudadanía. Los tribunales de cuentas no están llamados a buscar desesperadamente protagonismo mediático. Sabido es que otras instituciones con políticos al frente se esfuerzan por estar permanentemente en medios y redes sociales, en el convencimiento de que dicho protagonismo tiene relación directa con el resultado electoral. No el caso de instituciones como las nuestras, obligadas a ser transpa- rentes, sí, pero manteniendo un perfil moderado. Además de ser una obligación ética, la comunicación está unida a un concepto muy repetido en nuestros infor- mes: la eficacia. Nosotros que tanto lo citamos al pronun- ciarnos sobre la gestión de los entes fiscalizados, nos lo debemos aplicar siendo conscientes de su íntima relación con la comunicación. Porque la publicidad hace más efi- caz nuestra labor, le da más fuerza. A nadie se le escapa que la difusión de nuestras conclusiones y recomendacio- nes ayuda a que los responsables de las administraciones tomen más en serio nuestro trabajo. Si el único canal de difusión fuera el boletín de nuestros respectivos parla- mentos, el trabajo pasaría totalmente desapercibido. A los ciudadanos no les llegaría información sobre cómo se utiliza el dinero público y tampoco tendrían eco nuestras recomendaciones de buena gestión. Un somero repaso de las plantillas de las institucio- nes autonómicas de control muestra que solo dos cuen- tan con una plaza de responsable de Comunicación. El resto o no tienen asignada esa labor a ninguna persona o, en el mejor de los casos, la realiza un profesional con- tratado o incorporado como personal de confianza de la Presidencia. No deja de ser curioso, por decirlo de manera eufe- mística, que plantillas con decenas de profesionales no incluyan a nadie dedicado a las tareas de comunicación, una materia clave para cualquier entidad pública o pri- vada. Eso demuestra que la apuesta por la no comuni- cación está todavía demasiado extendida en las institu- ciones de control. Y, sinceramente, no me parece que esa estrategia sea aceptable para instituciones públicas que reclaman al resto transparencia, eficacia y eficiencia en la gestión. ABRIR NUESTRAS SEDES La Cámara de Comptos diseñó su estrategia de co- municación a finales de 1993, once años después del ini- cio de su andadura. En aquel tiempo, se puso el acento especialmente en los medios de comunicación existen- tes: prensa, radio y televisión. Se trataba de contar con ellos como intermediarios para trasladar a la sociedad la labor de control de la institución. Hicimos pedagogía entre los informadores sobre las funciones de la Cámara 28 Junio nº 75 - 2020 AUDITORÍA Y GESTIÓN DE LOS FONDOS PÚBLICOS 1 “Luz y micrófonos sobre el Consejo de Estado”. El País, 8 de febrero de 2020. Página 19.

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