Auditoría Pública nº 75. Revista de los órganos autonómicos de control externo

Si bien los “Encuentros de la Cámara de Comptos” no tienen una periodicidad fija, solemos hacer una se- sión al trimestre. El encuentro consiste en una entre- vista a la persona invitada ante todo el personal de la institución. En dicha entrevista, realizada por el respon- sable de Comunicación, se repasa la vida personal y pro- fesional de la persona invitada, con referencias también a la actualidad. Aunque lógicamente todas las entrevis- tas son diferentes, acaban de la misma manera: pregun- tando a la persona invitada su opinión sobre la Cámara de Comptos. Finalmente, se abre un turno de preguntas para que los funcionarios que lo deseen puede plantear cuestiones a la persona invitada. Se trata de una iniciativa sin medios de comunica- ción, de consumo interno para los profesionales de la Cámara de Comptos. Eso permite al invitado hablar de una manera tranquila y natural, sabiendo que sus pala- bras no tendrán trascendencia pública. En los “Encuen- tros de la Cámara de Comptos” han participado las dos últimas presidentas del Gobierno de Navarra, dos ex presidentes, el alcalde de Pamplona, periodistas, soció- logos, filósofos, músicos… Hasta el momento, ninguna persona ha declinado la invitación. Considero enriquecedor poder conocer en la dis- tancia corta a gente interesante que siempre nos pue- de aportar algo. Al mismo tiempo, la iniciativa permite que personas relevantes conozcan nuestra sede, nuestro trabajo y a nuestra gente. En definitiva, el balance de la iniciativa es positivo y tenemos intención de continuar programando sesiones de este tipo. CLARIDAD, CLARIDAD, CLARIDAD Decía Ortega y Gasset que “la claridad es la cortesía del filósofo” 4 . A esta cita se refería Adela Cortina en un artículo de prensa, recordando el movimiento en favor del lenguaje claro iniciado en los años setenta del pa- sado siglo. “En las sociedades democráticas –señala la filósofa- la claridad no es solo la cortesía del filósofo, sino sobre todo un derecho de la ciudadanía y un deber de los poderes públicos. La claridad en los documentos es un camino en el que queda mucho por andar, aunque se haya empezado a recorrer” 5 . No solo el filósofo debería asumir la claridad como norma de cortesía. También se le debe exigir al periodis- ta, profesor, letrado, economista, político…y al auditor. Este último está obligado a que la opinión expresada se base en evidencia. Siendo esa una exigencia fundamen- tal, no es cuestión menor el tipo de lenguaje utilizado. Y ahí volvemos a la claridad como exigencia clave: clari- dad de ideas, bien formuladas, con un lenguaje correcto y comprensible. No es objeto de este artículo analizar detalladamente el lenguaje de nuestros informes. Resumiendo, digamos que sus deficiencias son similares a las del lenguaje ad- ministrativo. Y, por tanto, también las líneas de mejora son comunes. Utilizamos, en general, un lenguaje bas- tante farragoso, con mucho cliché, frases muy extensas, demasiadas perífrasis, anglicismos (en orden a), gali- cismos (función a realizar), expresiones incorrectas (a nivel de, en base a). Se observa abuso del gerundio y de la forma pasiva, muy poco recomendable en castellano. (Mejor escribir “El alcalde ha aprobado el gasto” que “El gasto ha sido aprobado por el alcalde”). Tendemos también a alargar innecesariamente las frases con añadidos suprimibles: “Los ingresos ascienden a un total de 10 millones de eu- ros”, en vez de “Los ingresos suman 10 millones”. Tene- mos especial atracción por verbos que no aportan nada, como el tan repetido proceder: “Recomendamos que se proceda a actualizar el inventario” nos suena mejor que “Recomendamos actualizar el inventario”. Y así, alar- gando innecesariamente las frases, nuestro lenguaje se convierte en algo pesado, poco dinámico. Las comas puestas a voleo , o esparcidas en el texto como la sal en la ensalada, también deberían merecer una mayor atención en nuestros informes. Y qué decir de la inflación de mayúsculas. Aunque la Real Academia Española diga que todos los cargos (presidente, director, gerente, secretario, auditor, letrado…) se escriben con minúscula, difícilmente encontraremos un boletín o in- forme oficial que cumpla dicha norma. Al parecer, para algunos un presidente o alcalde con minúscula pierde parte de su dignidad 6 . Hasta aquí, algunos de los clásicos objetivos en la es- trategia de comunicación de los tribunales de cuentas: darnos a conocer, difundir nuestra labor, abrir nuestras sedes y hacer informes interesantes desde el punto de vista social, expresados en un lenguaje claro y correcto. EN LAS INUNDACIONES SUELE FALTAR AGUA POTABLE Pero vayamos con algunos nuevos retos, consecuen- cia del espectacular desarrollo de la comunicación en las últimas dos décadas. Cuando la Cámara de Comptos 30 Junio nº 75 - 2020 AUDITORÍA Y GESTIÓN DE LOS FONDOS PÚBLICOS 4 El filósofo Ludwig Wittgeinstein también señaló acertadamente que “todo lo que se puede decir puede decirse con claridad”. Algo que la Administración en general, y los tribunales de cuentas en particular, deberíamos tener siempre presente. 5 Adela Cortina, Rescatar la palabra. El País, 22-1-2020. Página 11. 6 Recuerdo el asombro de la secretaria de un presidente, a la que le pedí que utilizara la minúscula para escribir el cargo de su jefe. “Es que lo veo con minúscula y me da al ojo”, me respondió. A muchos presidentes, directores o catedráticos les pasa lo mismo. Sin embargo, no les da al ojo ver ordenanza o auxiliar administrativo escrito con minúscula. Y en cuestión de normas ortográficas, el presidente está equiparado al ordenanza.

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