Auditoría Pública nº 78. Revista de los órganos autonómicos de control externo

15 Casandra, la agorera necesaria También recientemente, el 28 de julio de 2021, 14.000 científicos de reconocido prestigio firmaron un nuevo documento de emergencia climática, advirtiendo de “un sufrimiento incalculable” si no abordamos ya el calenta- miento global de un modo radical. El artículo, publicado en la revista  BioScience (Ripple, 2021), es una actualización de otro artículo anterior (Ripple, 2019) en el que se solicitó la declaración de emergencia climática global y se evaluó su impacto en función de 31 variables ( signos vitales ). Este nuevo documento muestra que en la mayoría de las categorías ha aumentado el deterioro en los últimos dos años y resalta que incluso la gran disminución del transporte y del consumo provocada por la pandemia no son suficientes, por lo que se requieren cambios que transformen el sistema. Acaban concluyendo que “las políticas para aplacar la crisis climática no deben centrarse en el alivio de los síntomas, sino en abordar su causa raíz: la sobreexplotación de laTierra”, por lo que exigen una acción inmediata a gran escala que se aleje de los modelos de crecimiento indefinido. En el mismo sentido, desde la Agencia Europea del Medio Ambiente (EEA, 2021) o desde la prestigiosa revista Nature (Keyber y Lenzen, 2021) se apunta que los únicos escenarios de mitigación plausibles implican reducciones del PIB . Es decir, consideran que la preservación medioambiental no es compatible con el crecimiento económico , por lo que hay que planificar una estabilización y/o un decrecimiento de la esfera material. Sin embargo, en los gobiernos nadie ve oportuno poner el cascabel al gato, para exasperación de las innumerables casandras. Llama la atención cómo el propio gobierno español reconoce el problema y da muestras de conocer las soluciones, pero sus políticas se alejan de ellas. Por ejemplo, en la página 190 de la hoja de ruta del gobierno para las próximas tres décadas, España 2050. Fundamentos y propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo (Gobierno de España, 2021b), se advierte que: Para que España se convierta en una sociedad neutra en carbono, resiliente al cambio climático y sostenible en el uso de recursos no bastará con transformar la forma en la que producimos los bienes y los transportamos, sino que también habrá que cambiar la forma en la que los consumimos. Como ya hemos visto, la humanidad ya ha rebasado varios de los límites biofísicos del planeta y, si se mantiene en el curso actual, acabará provocando una catástrofe medioambiental sin precedentes. La transición hacia una economía circular y los avances tecnológicos que se producirán en el futuro ayudarán a evitar este colapso. Sin embargo, no bastarán por sí solos. Será igualmente necesario reducir el consumo de ciertas materias primas y productos. Esto significa que, en las próximas décadas, la población española tendrá que reducir su ingesta de alimentos de origen animal, la cantidad de prendas de ropa que compra, o el número de dispositivos digitales y electrodomésticos nuevos que adquiere al año. También tendrá que volverse más comedida en sus desplazamientos (sobre todo cuando estos se realicen con medios altamente contaminantes), y prestar atención a la huella ambiental que su consumo genera más allá de nuestras fronteras. No obstante, el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia (Gobierno de España, 2021a), financiado con fondos Next Generation de la Unión Europea (NGEU), tiene visos de provocar nuevas burbujas especulativas, contrarias a la necesaria transición ecológica y paradójicamente etiquetadas como “crecimiento verde”. Entre estas probables burbujas se pueden destacar las relacionadas con el hidrógeno, el vehículo eléctrico o el turismo masivo. Dichas aspiraciones precisan grandes cantidades de recursos materiales y de combustibles fósiles, que acelerarán la crisis sistémica actual y que son contradictorias con la constatación del rebasamiento de los límites biofísicos del planeta, contemplado en la hoja de ruta del propio gobierno. Los planes concretos de actuación parecen más preocupados por restaurar el capital privado a costa del endeudamiento público , lo que dificultará el sostenimiento futuro de los servicios públicos fundamentales. Así mismo, se confía exclusivamente en la tecnología para solucionar los retos planteados, obviando que su aplicación práctica precisa de una base material y energética deter- minante. Y se olvida también la paradoja de Jevons , por la cual los incrementos de eficiencia, que inicialmente reducen las necesidades unitarias de materias primas o de energía, suelen acabar aumentándolas porque se generaliza su uso (tómese como ejemplo los aparatos de aire acondicionado, los vehículos SUV, etc.). Esto ha ocurrido con gran parte de los avances tecnológicos de las últimas décadas, gracias a que disponíamos de abundantes recursos naturales y de energía barata y versátil. Sin embargo, en la actualidad nos encontramos en un mundo con recursos cada vez más escasos que choca con sus límites biofísicos, por lo que los incrementos de eficiencia del avance tecnológico podrán servirnos para atenuar las consecuencias de la disminución de energía y minerales escasos, pero no permitirán mantener el nivel actual de producción ni de servicios 5 . 5. Entre las fuentes recomendadas en la bibliografía, véanse los proyectos europeos MEDEAS y LOCOMOTION, o las publicaciones de algunos de sus investigadores pertenecientes al GEEDS, Grupo de Energía, Economía y Dinámica de Sistemas de la Universidad de Valladolid.

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