Auditoría Pública nº 81. Revista de los órganos autonómicos de control externo
Resiliencia vs Eficiencia en el ámbito del control del gasto público 85 De la lectura de estos tres principios se deduce que el principio de economía se refiere a los recursos; el de eficiencia a los recursos y productos; y el de eficacia a los objetivos y resultados. Estos tres principios pueden ser aplicados a situaciones muy variadas. Aquí vamos a emplearlos en el caso concreto cuando los gobiernos trataron de reactivar la economía que la pandemia del COVID-19 había ralentizado. En esos años, uno de los riesgos de alto impacto que se transformó en realidad fue la interrupción de la cadena de suministros de recursos, siendo los principios de economía y eficiencia los que reflejan esta situación. Como acabamos de mencionar, para que se cumpla el principio de economía los recursos deben estar disponibles a su debido tiempo, en cantidades y calidad apropiadas y al mejor precio. A su vez, la eficiencia determina que los recursos empleados para obtener un producto cumplan esos mismos requisitos. Por otro lado, los recursos pueden ser propios o ajenos, y el riesgo de que desaparezcan o pasen a ser muy escasos debido a catástrofes de diverso tipo afecta tanto a unos como a otros. De ahí que los organismos públicos, al igual que las empresas privadas, deban tener una estrategia de suministros basada en un análisis de riesgos, que incluya los que son de alto impacto originados por desastres humanos y naturales, con el fin de mitigar su riesgo de vulnerabilidad. Lamanera demitigar esos riesgos de suministro tiene un coste asociado, como, por ejemplo, sucede al suscribir una póliza de seguro que cubra los riesgos para ejercer determinadas actividades. Entre los posibles modos de mitigar los riesgos de suministro están los siguientes: rediseñar las cadenas de aprovisionamiento para que sean más robustas; prestar atención especial a los contratos a largo plazo con el fin de asegurarse los suministros a un precio asequible; aumentar los inventarios a modo de reserva estratégica, aunque no se respete el consagrado principio del “just in time”; integrar verticalmente las actividades; diversificar los suministros; etc. Estos modos o herramientas de mitigación de riesgos tienen un coste, que, al fin y al cabo, repercutirá en los consu- midores, inversores y/o contribuyentes. No obstante, la eficiencia que no vaya con coberturas o garantías, esto es, asegurada, corre el peligro de sucumbir completamente ante los riesgos que le amenazan. El término coberturas se suele emplear en finanzas, por eso hemos añadido los términos de garantías y seguros para que quede también incluida la cobertura de los recursos humanos y materiales. Y va a ser la eficiencia asegurada o con garantías o coberturas la que denominaremos resiliencia. Un ejemplo de lo referido en el párrafo anterior lo podemos encontrar en el recurso material de la energía, que emplea los conceptos de eficiencia energética y de seguridad energética. La eficiencia energética de una nación o de sus actores económicos se puede definir como la capacidad de obtener los mejores resultados en cualquier actividad empleando la menor cantidad posible de recursos energéticos. Esto se traduce en lograr el mayor ahorro energético posible sin perjudicar el bien que se pretende alcanzar en una determinada actividad y en otras anejas. La seguridad energética, por su parte, de una nación o de sus agentes económicos se refiere a garantizar el suministro de energía de una manera sostenible, bien a través de fuentes autóctonas o acudiendo al abastecimiento exterior. Por lo tanto, podemos definir la resiliencia energética como el modo de lograr la eficiencia energética teniendo en cuenta la seguridad energética. De este modo, como se señalaba al inicio del trabajo, la resiliencia se encontrará, in medio virtus, entre la eficiencia (que es el extremo mini-max: alcanzar lo máximo con lo mínimo sin preocuparse de la sostenibilidad) y la seguridad (que es el extremo de asegurar en exceso los recursos a pesar de un elevado coste difícil de soportar). Por lo tanto, la resiliencia es flexibilidad, adaptación a las circunstancias, tener previsto no solo un plan B, sino planes C, D, etc. ante los diferentes escenarios que puedan surgir.
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